Lloras,
Cuando un fragmento de la vida se desploma ante ti.
Cuando te encuentras sin suelo, deslizándote cuesta abajo hacia un abismo sin fin.
Cuando te rompes, porque duele ver y, más aún, sentir.
Cuando comprendes que el destino ha jugado sus cartas sellando un camino sin retorno.
Cuando te cambian el guión de la vida y el dolor te ancla ferozmente al presente.
Lloras porque eres vulnerable, porque eres un vacío infinito en una existencia enigmática.
Lloras porque eres agua, eres fuego, transmutación, fin y nuevo comienzo.
Lloras por las incontables historias, y especialmente, por esta.
Lloras para vaciarte, para purificarte, para liberar y para rendirte ante lo inevitable.
Lloras cuando la vida te pone de rodillas y te encuentras preguntándote: ¿qué se hace con el dolor del alma? ¿Qué haces con las palabras no dichas, con los abrazos que quedaron por dar? ¿Qué haces con los días que se van, con el tiempo que se escurre y con el amor que muere? ¿Qué haces ante tantas preguntas sin respuesta? ¿Qué haces con esta vida que parece tan tuya y, al mismo tiempo, no lo es, sabiendo que llegará el día en que debas entregarla sin más explicaciones? ¿Qué haces con tus pies agotados, con tu pecho hueco, con tus ojos empañados, con tu mente flotando? ¿Qué haces con la magia de la existencia que cada día nos recuerda nuestra fragilidad y miseria humana?
VIVIR, eso haces.
Con compasión, con amor, con deseo, con determinación y con autenticidad.
El tiempo no espera a nadie, y si te quedas esperando que el futuro cambie por sí solo, seguirás perdida, llorando, existiendo sin sentido ni propósito.
¡Vive! Porque esta experiencia, muchas veces, no ofrece segundas oportunidades.
Si amas, demuéstralo.
Si lloras, hazlo sin vergüenza.
Si ríes, que sea con el alma.
Si algo te apasiona, que se vea.
Si sueñas, hazlo con todo tu ser.
Si duele, abrázate.
Si vives, que se sienta.
No estás sola …
Te abrazo el alma, hoy y siempre.
Caro.
Cómo siempre caro, es un privilegio leerte